Por: Marilú Rasso Ibarra, directora ejecutiva de Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia, A.C.
Una de las preguntas más frecuentes alrededor del 8M es: ¿estamos ante una celebración o una conmemoración? ¿Cuál es el propósito de esta fecha y qué tratamiento debemos darle? Para mi, es una doble condición que nos invita a reconocer los logros y reflexionar ante lo que falta por hacer.
Para comenzar, es importante aclarar que el movimiento feminista no se resume en una marcha de un solo día, es una lucha diaria; sin embargo, el 8 de marzo nos ha permitido romper silencio.
Y es que son estos silencios los que perpetúan distintos tipos de violencia, incluida la que se da por una razón de género. Al respecto, una escritora y activista afroamericana, reflexiona en una poderosa frase:
“El hecho de que estemos aquí y de que yo esté diciendo estas palabras, ya es un intento por quebrar el silencio y tender un puente sobre nuestras diferencias, porque no son las diferencias las que nos inmovilizan, sino el silencio. Y quedan tantos silencios por romper”.
Audre Lorde
Y es precisamente el hacer escuchar nuestra voz lo que dio origen al movimiento alrededor del 8 de marzo, cuando en 1857, en Nueva York, miles de mujeres trabajadoras textiles salieron a las calles para protestar ante las pobres condiciones laborales a las que se enfrentaban con jornadas de más de 10 horas o con el trabajo infantil siendo permitido. Este acontecimiento, se volvió un hito para la lucha feminista.
¿Pero por qué es tan importante romper el silencio? Hay tantas cosas a las que estamos habituados, en las que nadie dice nada, y esto solo tiene como consecuencia una cosa: que esos comportamientos se sigan reproduciendo y se perpetúen, tal como ha sucedido con el sistema patriarcal y la violencia por razón de género en lo que esto deriva.
El sistema patriarcal es esta estructura que se ha ido constituyendo, modificando y alimentando, el cual tiene sustento en creencias arraigadas en roles, estereotipos y mandatos de género. Esto implica una jerarquía que atraviesa a hombres y mujeres, al mismo tiempo que produce condiciones para la violencia, la sumisión y el dominio.
Y es bajo este contexto que, tan solo en el caso de México y de acuerdo con la última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 del INEGI, la violencia contra las mujeres se incrementó en cuatro puntos porcentuales entre 2016 y 2021.
Es también este sistema patriarcal aunado a los silencios, los que han permitido que el 70% de mujeres mexicanas de 15 años en adelante, hayan vivido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Cifras brutales pues estamos hablando de más de 35 millones de vidas violentadas de una u otra forma.
Con todo este panorama, ¿por qué me refiero al 8M como una doble condición? ¿por qué si las mujeres estamos viviendo en un contexto de violencia, feminicidios, desigualdad y más, tenemos que celebrar? Es claro que el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es un momento para reflexionar sobre todas estas problemáticas que nos están quitando tranquilidad, oportunidades y, en el peor de los casos, la vida.
Pero por otro lado, esta fecha es también una oportunidad de celebrar todos estos grandes avances, algunos que en su momento parecieron inalcanzables, que se han logrado a lo largo de los años, como el simple hecho de votar y ser votadas, ¿se imaginan lo que hoy representa que haya dos mujeres entre las candidaturas para la disputa por la presidencia de nuestro país?
El 8 de marzo es entonces esta dualidad entre la celebración y la reflexión que nos lleve a romper esos silencios que nos han afectado durante tanto tiempo, es una invitación a seguir creando acciones que permitan cambiar nuestra realidad, tales como el impulsar y fortalecer mecanismos como los refugios que son la forma más eficiente y articulada para atender la violencia por razones de género, así como lo hacemos en Espacio Mujeres para una Vida Digna Libre de Violencia, A.C.